jueves, 3 de diciembre de 2015

Siglo XVIII

Contexto histórico-cultural
En el siglo XVIII se inicia la dinastía de los Borbones con Felipe V (1700-1746), continuando con los sucesivos monarcas Fernando VI (1746-1759), Carlos III (1759-1788) y Carlos IV (1788- 1808).
Mejora la política interior y comienza un proceso de
secularización de la sociedad, favorecido por el nuevo espíritu laico y reformista.
Se afianza en Europa un movimiento cultural denominado Ilustración. Los principios fundamentales del pensamiento ilustrado son: defensa de la razón como fuente de conocimiento, espíritu reformista, crítico y tolerante, pensamiento laico, búsqueda de la felicidad y del bien común.
Surge una nueva forma de gobierno que recibe el nombre de Despotismo ilustrado, cuyo lema es “todo para el pueblo pero sin el pueblo”.
El estado asume reformas de sectores como la economía, la educación y la cultura.
Nacen instituciones como la
Biblioteca Nacional (1712), la RAE (1713), la Real Academia de la Historia (1735), el Jardín Botánico (1774) o el Museo del Prado (1785).

Tendencias artísticas y literarias
La ILUSTRACIÓN es la corriente que engloba a todas las tendencias de esta época. Se caracteriza por su defensa de la igualdad, la independencia intelectual y la crítica libre. La prosa divulgativa y el ensayo son sus géneros preferidos.
Las distintas tendencias literarias y estilísticas que se dieron en este periodo fueron: POSTBARROQUISMO, NEOCLASICISMO y PRERROMANTICISMO.
POSTBARROQUISMO: Es un periodo de decadencia y de lucha contra los ideales artísticos barrocos. Las características formales del Barroco perviven reducidas a un arte extravagante, decadente y sin contenido. Ocupa la primera mitad de siglo.
NEOCLASICISMO: Llega a España por influencia francesa y coincide con el reinado de Carlos III (1759-1788). Los autores se someten a la autoridad de los preceptistas, que promueven un arte sujeto a las normas clásicas y a la razón. Su fuerte afán normativo les hará crear una literatura formalmente correcta pero carente de espontaneidad y emoción. Reglas de los preceptistas: universalidad, verosimilitud, unidad de estilo, separación de géneros y finalidad didáctico-moral.
PRERROMANTICISMO: Se produce a finales de siglo. Los autores buscan la emotividad, y se justifican los sentimientos como impulsos naturales del ser humano. Esta corriente estética tiende a la expresión sensible y melancólica. Se despierta el gusto por las escenas fantasmales, lacrimosas y nocturnas.

La prosa en el siglo XVIII
PROSA DIDÁCTICA: En el siglo XVIII predomina la prosa didáctica sobre la narrativa, porque facilitaba la difusión de las ideas ilustradas. El espíritu enciclopedista de la época favoreció el empleo del género ensayístico. Destacan tres autores: Fray Benito Jerónimo Feijoo (1676- 1764), José Cadalso Vázquez (1741- 1782) y Gaspar Melchor de Jovellanos (1744- 1811).
FEIJOO: Su obra más destacada fue el Teatro crítico universal, formada por una larga serie de ensayos o disertaciones sobre diversas materias (Medicina, Biología, Historia, Literatura, Teología, etc.). Su intención era desterrar la ignorancia y la superstición y poner en conocimiento los nuevos adelantos culturales del resto de Europa. Intentó conciliar el espíritu de la Ilustración con los principios del catolicismo, aunque no pudo evitar ser acusado por los sectores más intolerantes. Su estilo destaca por su sencillez y naturalidad.
CADALSO: Destaca su obra Cartas Marruecas, obra de marcado carácter crítico, en la que reflexiona sobre la sociedad de su época. Utilizando el género didáctico, subgénero epistolar, nos presenta un amplio panorama de la vida cultural, social y económica del país. A pesar de observarse en su obra un escepticismo pesimista, éste se combina con una confianza en el hombre de bien y en el progreso.
JOVELLANOS.: Representó mejor que nadie el pensamiento ecléctico (síntesis de las diferentes corrientes ideológicas). Fue un crítico observador de la realidad de su tiempo, y buscó continuamente soluciones prácticas a los problemas de su tiempo. Dentro de esta línea se inscribe su obra ensayística: Informe sobre la ley agraria (intenta dar soluciones para el desarrollo de la agricultura en España), Plan general de instrucción pública (defiende la cultura y la formación como base para el progreso), Memoria en defensa de la Junta Central (demuestra sus ideas liberales e ilustradas). Su prosa, sobria y elegante, posee innumerables cualidades literarias.
PROSA DE FICCIÓN: En la primera mitad del siglo se cultivan los subgéneros narrativos herederos del Barroco. Algunos autores utilizan los moldes narrativos para redactar sus obras, pero sin que el fin primordial sea novelar. Al subgénero de la novela picaresca pertenece la obra Vida, ascendencia, crianza y aventuras de D. Diego Torres, escrita por Diego Torres y Villarroel, y en la que el autor adopta el estilo de Quevedo, pero con una actitud más optimista. En la segunda mitad del siglo destaca la obra Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes, sátira humorística contra la oratoria artificiosa de la época, escrita por José Francisco de Isla. 


El teatro en el siglo XVIII
En el siglo XVIII hubo una gran afición al teatro y se produjeron constantes enfrentamientos entre los defensores del teatro posbarroco y los partidarios de la renovación neoclásica.
EL TEATRO POSBARROCO: En la primera mitad del siglo triunfa un teatro heredero de los estereotipos barrocos: Encontramos Comedia barroca (repetición y calco de los modelos de Lope y Calderón), Comedia de magia (se buscaba el efectismo y lo sorprendente) y Comedia Heroica (dentro de la línea del gusto popular por lo exagerado y lo asombroso). Destaca la obra No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague o el convidado de piedra, de Antonio Zamora.
  

EL TEATRO NEOCLÁSICO: En la segunda mitad del siglo XVIII los ilustrados mostraron una clara oposición al teatro del Siglo de Oro por razones estéticas y políticas. Querían acabar con un teatro inverosímil y divulgador de ideas sociales y morales arcaicas. El teatro adquiere un carácter didáctico. Los preceptistas ponen sus ojos en el teatro francés, y abogan por una auténtica reforma formal y moral del teatro español. Entre las normas que debían cumplir las obras destacan las siguientes: respetar la regla de las tres unidades (acción, espacio, tiempo); ofrecer un argumento “ verosímil”; mantener el “decoro” en los personajes (hablar y actuar de acuerdo con su posición social ); no mezclar los géneros. Los subgéneros teatrales cultivados fueron la tragedia y la comedia neoclásica.
Tragedia neoclásica: Hay que diferenciar dos vertientes: la tragedia de temas clásicos grecolatinos y la llamada tragedia nacional o de tema histórico, cuyos principales exponentes fueron Nicolás Fernández de Moratín con su obra Guzmán el Bueno (1777) y Vicente García de la Huerta autor de La Raquel (1778), escrita en romances endecasílabos y de argumento histórico-legendario, trata de los amores de Alfonso VIII y la judía Raquel.
Comedia neoclásica: Destaca la figura de Leandro Fernández de Moratín. Fue el autor teatral de mayor éxito. Creó la comedia española moderna, en la que el público no espera las sorpresas de una intriga complicada, sino la evolución lógica y razonable de los acontecimientos. Entiende el género de la comedia como el más útil para representar las costumbres nacionales, los vicios y errores comunes y los incidentes de la vida doméstica. Hay en todas sus obras una clara finalidad didáctica. En sus comedias critica y satiriza los matrimonios de conveniencia (El sí de las niñas es su obra más importante donde aboga por la libertad de elección y la igualdad de los cónyuges), los excesos el teatro popular de efectos y magia los critica en La comedia nueva o el café y la mala educación de los jóvenes en La mojigata.
TEATRO TRADICIONAL: El subgénero teatral más cultivado por este tipo de teatro popular fue el sainete, pieza breve de carácter cómico sobre la vida y costumbres de la época. Su máximo representante fue Ramón de la Cruz, cuyas obras están dotadas de gran dinamismo y representan cualquier situación cotidiana del Madrid dieciochesco. Entre su producción destacan El Retiro por la mañana y Las castañeras picadas.

La poesía en el siglo XVIII
Etapas: La poesía hasta la segunda mitad de siglo fue una continuación de la estética barroca. De 1750 a 1770, la poesía recoge ya las nuevas tendencias basadas en un enfrentamiento y rechazo de la estética barroca y una vuelta a los clásicos, se retoman los temas pastoriles con un estilo tierno y sensual que se manifiesta en la poesía anacreóntica .Desde 1770 a 1790 aparecen los temas más gratos a los ilustrados: la amistad, la solidaridad, el progreso, el bien común...Triunfa el estilo neoclásico, y con él un modelo de poesía basado en el buen gusto , la armonía y el equilibrio. Será una poesía equilibrada que huirá de la inspiración y el exceso sentimental o emocional. Desde 1790 a 1820, se produce un aumento del tono sentimental y de la poesía patriótica y civil, y se utilizan recursos estilísticos que anuncian la estética romántica.
Los principales subgéneros poéticos que se cultivaron fueron: la fábula, la anacreóntica y la poesía filosófica y moral:
LA FÁBULA: Destacan dos autores: Félix Samaniego, gran conocedor de los clásicos del género, - Fedro, Esopo y La Fontaine-, intentó en sus composiciones ridiculizar los defectos humanos, siendo característico en él el humor, la ironía y el tono prosaico. Tomás de Iriarte cuyas fábulas recogen las preocupaciones estéticas de la época, convirtiéndose en verdaderas preceptivas del arte Neoclásico -la utilidad de las reglas, la necesidad de unir lo útil y lo estético, el estilo claro y sencillo, etc-.
LAS ANACREÓNTICAS: Composiciones de tema amoroso en ambientes bucólicos, en las que se exalta a la mujer y los placeres de la vida. Es una poesía alegre, colorista y sensorial, con un ritmo ligero y gracioso, un léxico afectivo lleno de diminutivos, un tono afable, una recreación de ambientes refinados y múltiples referencias mitológicas. Destacan los poetas Meléndez Valdés y Nicolás Fernández de Moratín.
POESÍA FILOSÓFICA Y MORAL: Son composiciones que reflejan los ideales ilustrados. Los temas pasan a ser la agricultura, la educación, el trabajo... Se escriben odas, epístolas y romances. Dentro de esta corriente poética estarían autores como Meléndez Valdés, Jovellanos, y los autores de la escuela sevillana como Alberto Lista. 

El sí de las niñas


El autor de la Obra de “El sí de las Niñas” es Leonardo Fernandez Moratín y la escribió en 1806, era un escritor neoclasicista. Esta obra fue la mas importante. Es una obra en el que los matrimonios no se basaban en los sentimientos hacia su pareja sino que hacían lo que imponía la familia solo por interés económico. Moratín defendió las imitaciones de las costumbres nacionales, los vicios y errores comunes y los incidentes de la vida doméstica.
Esta obra es de género dramático ya que se usa frecuentemente diálogos y esta destinada a la representación. Es una comedia donde hay una serie de conflictos y cuyo final acaba siendo feliz. Los temas tratados en la obra era la mala educación de la juventud y los matrimonios por conveniencia reflejando la realidad del momento. El movimiento literario era el neoclasicismo ya que era la corriente que se daba en aquella época (siglo XVII)
La obra es una muestra de la desvalorización de las mujeres en aquellos tiempos ya que no tenían la opción de elegir cual iba a ser su marido sino que estaban obligadas a contraer matrimonio con cualquier hombre que le mandase su familia. 

El teatro romántico.

5. El teatro romántico. 

El drama romántico expresa el conflicto entre los ideales y la realidad, entre el individuo y la sociedad, conflicto que suele terminar en un final trágico. El tema básico es el amor apasionado que choca con las normas sociales y lleva al fracaso. Los autores románticos suelen situar los conflictos del presente en una época lejana, preferentemente en la Edad Media. En el estilo, el teatro romántico prescinde de las reglas neoclásicas de las tres unidades y mezcla, en ocasiones, lo trágico y lo cómico, el verso y la prosa, aunque por lo general se impuso el verso. No busca una finalidad educativa, sino conmover, emocionar. 
En España no pudieron estrenarse dramas románticos hasta después de la muerte de Fernando VII (1833). Los dramaturgos fundamentales del Romanticismo español son el duque de Rivas y José Zorrilla. 
- La obra más importante del duque de Rivas, y que representó el triunfo del Romanticismo en España, es Don Álvaro o la fuerza del sino (1835). Don Álvaro es el arquetipo del héroe romántico. Ambientada en el siglo XVIII, mezcla lo trágico y lo cómico, la prosa y el verso y no respeta las reglas de las tres unidades (transcurre en cinco jornadas, en diversas ciudades y países y transcurren más de cinco años).

-José Zorrilla: su producción dramática abarca una treintena de piezas, entre las que destacan los dramas históricos.  Su obra más conocida es Don Juan Tenorio (1844), la obra que mejor recrea el mito de don Juan. Basada en El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina, y en El estudiante de Salamanca, de Espronceda,  el autor introdujo una novedad en el argumento tradicional: el amor sincero de don Juan por doña Inés le redime y salva su alma. Zorrilla maneja con maestría la acción dramática y se apoya en una versificación variada, sonora y fácil. 

La prosa romántica.

4. La prosa romántica. 

La novela romántica no trató casi nunca los temas contemporáneos, sino que se situó en épocas pasadas, en especial en la Edad Media, siguiendo el modelo de la novela histórica del escocés Walter Scott, con Ivanhoe. En España, la novela histórica no produjo obras de gran calidad. Destaca El señor de Bembibre, de Enrique Gil y Carrasco. 
Mención especial merecen las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer, una colección de relatos fantásticos ambientados en la Edad Media y publicadas cuando había pasado la exaltación romántica, que expresan la problemática íntima del autor. 

El costumbrismo, a diferencia de la novela histórica, trata la sociedad contemporánea, describe costumbres populares, personajes y oficios típicos del país. Destaca Ramón Mesonero Romanos, autor de la serie Escenas matritenses, obra que centra su atención en la vida social madrileña. 
Sin embargo el prosista más destacado del período fue Mariano José de Larra (1809-1837). Su obra más valiosa, los Artículos, pertenecen al género de la prosa didáctica. Publicados en periódicos de la época, plantean una crítica de la sociedad con la idea de reformar las costumbres de los españoles. Se clasifican en tres grupos: 
• los artículos de costumbres, en los que critica la sociedad española de su tiempo, atrasada e inculta; 
• los artículos políticos, que atacan con dureza a los carlistas, partidarios del absolutismo, y a los gobiernos liberales de tendencia moderada; 
• y los artículos literarios, que son comentarios sobre diversas obras literarias, especialmente teatrales. 
Larra pretende convencer, y para ello utiliza un estilo directo y sin complicaciones, pero con un lenguaje cuidado. Como ejemplos de sus tesis, se vale de anécdotas o historias de la vida cotidiana. En cuanto al estilo, emplea continuamente la ironía como expresión de su sentir amargo. 

La poesía del Romanticismo.

3. La poesía del Romanticismo. 

La poesía lírica adquirió gran desarrollo en el Romanticismo por ser apta para la expresión de los sentimientos (el desengaño, la soledad, las ilusiones...). Hay dos clases de poesía romántica: 
-Una poesía lírica (expresión de sentimientos): de estilo retórico y altisonante; la métrica se caracteriza por las innovaciones formales y la polimetría: cuartetos, redondillas, quintillas...; los temas se centran en el mundo de los sentimientos (la mujer ideal, el desengaño amoroso...); el paisaje refleja la tristeza del poeta (la noche, la luna...). 
-En la poesía narrativa (relato de sucesos) destaca la narración de leyendas y de acontecimientos históricos. Pueden distinguirse dos grupos: 

- Poemas extensos, de temas históricos, legendarios o fantásticos: El moro expósito, del duque de Rivas; Granada, de José Zorrilla; El estudiante de Salamanca, de Espronceda. 
- Poemas breves, en su mayoría romances. Sobresalen los Romances históricos, del duque de Rivas, y las leyendas populares recreadas por Zorrilla. 
José de Espronceda (1808-1842) es el poeta más importante del periodo. Entre sus obras destacamos dos tendencias: 
-Poemas líricos: tratan asuntos como la defensa de los marginados, sus ideales políticos o la pérdida de la juventud. Su estilo poético gusta del verso rítmico y sonoro, de los contrastes y de la musicalidad. 
-Poemas narrativos: El estudiante de Salamanca, ambientado en el siglo XVI y protagonizado por Félix de Montemar, personaje donjuanesco símbolo de la rebeldía romántica. Consta de 1.704 versos de gran variedad métrica (romances, octavillas, octavas reales, serventesios...). El estilo es efectista y grandilocuente, con imágenes truculentas y lleno de contrastes violentos. 
El diablo mundo: presenta una mezcla de géneros (fragmentos líricos, narrativos, teatrales.). El tono oscila entre lo sublime y filosófico y lo grotesco y vulgar. El poema tiene una intención ideológica: demostrar que el hombre es bueno por naturaleza y que es la sociedad la que lo vuelve egoísta y malvado. El protagonista, Adán, irá descubriendo la maldad humana aleccionado por un viejo delincuente. Destaca el «Canto a Teresa», emocionada elegía dedicada a su amada. 

La poesía posromántica. 

En la segunda mitad del siglo llegó la influencia de la poesía alemana (Heine), con composiciones que imitan el ritmo y los recursos de la lírica popular. Surge así el posromanticismo, que cultivó una poesía intimista, basada en la expresión de emociones y sentimientos personales y en el reflejo de la naturaleza. Los máximos representantes de esta tendencia son: 
Rosalía de Castro (1837-1885) que escribió en castellano En las orillas del Sar, enlace entre la poesía becqueriana y la modernista. Su estilo es sencillo y directo, pero con gran dominio de la técnica. 
Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), autor de Rimas, una colección de setenta y seis poemas en la que se distinguen cuatro apartados temáticos: la poesía y la inspiración poética (poemas I-VIII); el amor ilusionado (IX-XXIX); el fracaso amoroso y el desengaño (XXX-LI); la soledad y la muerte (LII-LXXVI). 
El estilo es sencillo, pero de gran perfección formal. La poesía de Bécquer está influida por la poesía romántica alemana y por las canciones populares andaluzas. Su obra tuvo gran influencia posterior (Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, la generación del 27). 

Circunstancias históricas del Romanticismo español.

2. Circunstancias históricas del Romanticismo español. 


El Prerromanticismo español de finales del XVIII se vio frenado por la guerra de la Independencia y por el reinado absolutista de Fernando VII. Durante este reinado, intelectuales españoles exiliados en Francia e Inglaterra conocieron el Romanticismo, que no triunfó en España hasta la muerte de Fernando VII (1833). La primera obra romántica es La conjuración de Venecia, de Francisco Martínez de la Rosa. El Romanticismo español duró solo una década (1834-1844); hasta 1868 se asiste a un periodo de transición conocido como Posromanticismo. 

La sociedad del periodo romántico. La mentalidad romántica.

1. La sociedad del periodo romántico. La mentalidad romántica.

El romanticismo se desarrolló en el siglo XIX como culminación de las tendencias de oposición a los presupuestos racionalistas de la Ilustración: frente a la importancia concedida a la razón, se alzaron la emoción y el sentimiento; frente a la dimensión social, el individuo, y frente a las normas, la libertad de conducta y de creación. 
Nació en Gran Bretaña y Alemania y pronto se difundió por Europa a través de Francia. Tuvo su reflejo en las artes (pintura, música, literatura...), pero no fue solo una corriente artística: representó una nueva actitud vital basada en el afán de libertad e individualidad. 

Los rasgos de la mentalidad romántica son: el individualismo (arte y literatura como manifestación del yo); el irracionalismo (valoración de lo irracional: emociones, sueños, fantasías); la defensa de la libertad (el Romanticismo es el liberalismo en literatura); el idealismo (búsqueda de ideales inalcanzables); el nacionalismo (se valoran los rasgos de cada país y se recuperan historia y costumbres); el exotismo (rechazo de la sociedad moderna, evasión); y el espíritu rebelde y juvenil (inquietudes de la juventud, pasión...)

El Naturalismo


4. El Naturalismo
En las décadas finales del siglo XIX, el realismo evolucionó hacia el naturalismo, corriente artística impulsada por el autor francés Émile Zola. El Naturalismo aplica en literatura el método científico de las ciencias experimentales y defiende que la conducta de los personajes está determinada por la herencia genética y el ambiente social. El novelista imita el método científico: observación, documentación, comprobación de datos...
Características del Naturalismo: descripciones detalladas basadas en la psicología y la
medicina; preferencia por los aspectos sórdidos y desagradables; determinismo; recreación de ambientes míseros y degradados y de personajes con taras físicas o psíquicas.
El Naturalismo se introdujo en España hacia 1882, en medio de una fuerte polémica por parte de los sectores más conservadores. La escritora Emilia Pardo Bazán defendió en su libro La cuestión palpitante la técnica literaria naturalista, pero no sus bases teóricas ya que rechaza el determinismo.
Además de Emilia Pardo Bazán, con la publicación de sus obras La madre naturaleza y Los pazos de Ulloa, hubo otros escritores que utilizaron en sus novelas algunos recursos naturalistas, como el valenciano Vicente Blasco Ibáñez, representante de un regionalismo duro en el que habla de los conflictos sociales de la huerta y la ciudad. Destacan sus obras Cañas y barro y La barraca. También podemos encontrar rasgos naturalistas en La Regenta de Clarín y La desheredada de Galdós. 

El Realismo en España. La generación de 1868


3. El Realismo en España. La generación de 1868
El Realismo se introduce en España con considerable retraso. La primera novela plenamente realista, La Fontana de Oro, de Galdós, se publicó en 1870, año situado en medio del proceso revolucionario que se inicia con el derrocamiento de Isabel II (1868) y termina con un golpe de Estado (1874) que da inicio a una larga etapa conocida como Restauración.

La Restauración supuso una profunda transformación de la sociedad española. En el terreno del pensamiento creó un enfrentamiento ideológico entre progresistas y tradicionalistas, que se reflejará en la narrativa.

La generación de 1868 está formada por novelistas que publican entre 1874 y 1884,
década que da comienzo a la Restauración. Dentro de esta generación figuran escritores como el tradicionalista José Ma de Pereda, máximo representante de la novela regionalista, quien en sus obras realiza una apología del mundo rural tradicional. Su novela más importante es Peñas arriba; Juan Valera, que, al margen de los conflictos ideológicos, escribió Pepita Jiménez donde recrea una sociedad patriarcal; Galdós y Clarín, progresistas defensores de la modernización de España; y Emilia Pardo Bazán, partidaria de un moderado naturalismo, en consonancia con su catolicismo e ideología conservadora.

Benito Pérez Galdós (1843-1920). Entre su producción literaria destacan sus novelas, que se pueden clasificar en varios grupos:
Episodios nacionales. Constituyen una reconstrucción novelada de la historia de España del siglo XIX, desde la batalla de Trafalgar (1805) hasta los comienzos de la Restauración (1875). Constan de cuarenta y seis novelas, agrupadas en cinco series de diez volúmenes cada una, salvo la última, que abarca seis.
Novelas de la primera época. Las primeras novelas de Galdós —Doña Perfecta, Gloria, La familia de León Roch...— reciben el nombre de novelas de tesis porque se someten a la ideología liberal del autor: enfrentan a personajes de mentalidad conservadora con otros de ideas progresistas que Galdós comparte y defiende . Estas obras reflejan el enfrentamiento ideológico que dividía la España de la época.
Novelas contemporáneas. En ellas Galdós analiza con maestría la clase media y plasma la realidad madrileña del momento, reflejo de la del resto de España: retrató tanto sus lugares (calles, barrios, etc.) como a sus habitantes (comerciantes, cesantes, burgueses, etc.). La desheredada, Lo prohibido, Miau y Fortunata y Jacinta son las novelas más representativas de esta época. Fortunata y Jacinta es una novela extensa que refleja la vida madrileña entre 1873 y 1876. Galdós realiza una minuciosa descripción de ambientes y tipos con un uso magistral de los diálogos y los monólogos interiores. Muestra un universo poblado de poderosas individualidades que transmiten al lector una fuerte sensación de verdad.
Etapa espiritualista. Estas novelas, influidas por el realismo ruso, se centran en el mundo interior de sus personajes y en valores como la caridad, encarnados en individuos de enorme grandeza moral pese a su condición humilde. Destacan las novelas Nazarín y Misericordia

Leopoldo Alas, «Clarín» (1852-1901)
La obra de Clarín se compone de numerosos artículos de crítica literaria, dos novelas,
varios libros de cuentos y una obra de teatro. Su producción novelística se reduce a dos títulos: La Regenta y Su único hijo. Especial importancia tienen sus cuentos, entre los que destaca Adiós, Cordera, uno de los mejores de la literatura española.
La Regenta es la obra maestra de Clarín y una de las novelas más importantes de la literatura española. Ambientada en la ciudad de Vetusta, La Regenta presenta el conflicto de dos personajes (Ana Ozores y Fermín de Pas) dominados por el anhelo amoroso en un ambiente hostil. Tras el nombre de Vetusta se esconde la ciudad de Oviedo y sus habitantes: una sociedad burguesa, llena de hipocresía y convencionalismos. Se trata de un pormenorizado análisis de la sociedad, de la que se ofrecen diversos ambientes (iglesia, aristocracia, pequeña burguesía, trabajadores. Es una novela de escasa acción, en la que cobran relieve las descripciones de la psicología de los personajes y de los ambientes. El autor combina con acierto el punto de vista objetivo con el del narrador omnisciente. 

La literatura del Realismo


2. La literatura del Realismo
La burguesía abandona el ideario romántico y lo sustituye por una mentalidad realista, que describe la realidad social tal como es. El autor realista se convirtió en un cronista del presente y del pasado inmediato.

Características del Realismo: imitación del método científico: la obra debe reflejar la realidad de forma exacta y objetiva, con una ubicación próxima de los hechos; argumentos que versan sobre la realidad vulgar, cotidiana (relatos verosímiles protagonizados por personajes comunes); conflicto entre las aspiraciones de los personajes, individuales o colectivos, y las normas sociales; frecuente propósito de crítica social y política; estilo sobrio y sencillo.

La novela es el género más utilizado y sus rasgos típicos son: verosimilitud, predominio del narrador omnisciente, didactismo, estructura lineal, abundancia de descripciones del mundo de la burguesía, de la clase media y aproximación del lenguaje al uso coloquial. 

Sociedad del Realismo

1. La sociedad del Realismo
El realismo, surgido en la segunda mitad del siglo XIX, fue un movimiento artístico que se propuso representar la realidad de acuerdo con los intereses de la sociedad burguesa. La forma de pensamiento dominante en la época fue el positivismo, cuyos métodos se basaban en la experimentación y la observación objetiva. El desarrollo científico dio lugar a un progreso técnico que se reflejó en el auge de la industria y repercutió en las formas de vida, con adelantos como el ferrocarril o la luz eléctrica. Se desarrolló, así, una creciente fe en el progreso, que se creía que iba a conducir a una mejora moral. La sociedad se sentía a gusto con su tiempo y los adelantos que aportaba.