Contexto histórico-cultural
En el siglo XVIII se inicia la dinastía de los Borbones con Felipe V (1700-1746), continuando con los sucesivos monarcas Fernando VI (1746-1759), Carlos III (1759-1788) y Carlos IV (1788- 1808).
Mejora la política interior y comienza un proceso de secularización de la sociedad, favorecido por el nuevo espíritu laico y reformista.
Se afianza en Europa un movimiento cultural denominado Ilustración. Los principios fundamentales del pensamiento ilustrado son: defensa de la razón como fuente de conocimiento, espíritu reformista, crítico y tolerante, pensamiento laico, búsqueda de la felicidad y del bien común.
Surge una nueva forma de gobierno que recibe el nombre de Despotismo ilustrado, cuyo lema es “todo para el pueblo pero sin el pueblo”.
El estado asume reformas de sectores como la economía, la educación y la cultura.
Nacen instituciones como la Biblioteca Nacional (1712), la RAE (1713), la Real Academia de la Historia (1735), el Jardín Botánico (1774) o el Museo del Prado (1785).
PRERROMANTICISMO: Se produce a finales de siglo. Los autores buscan la emotividad, y se justifican los
sentimientos como impulsos naturales del ser humano. Esta corriente estética tiende a la expresión sensible y
melancólica. Se despierta el gusto por las escenas fantasmales, lacrimosas y nocturnas.
PROSA DE FICCIÓN: En la primera mitad del siglo se cultivan los subgéneros narrativos herederos del Barroco.
Algunos autores utilizan los moldes narrativos para redactar sus obras, pero sin que el fin primordial sea novelar. Al
subgénero de la novela picaresca pertenece la obra Vida, ascendencia, crianza y aventuras de D. Diego Torres,
escrita por Diego Torres y Villarroel, y en la que el autor adopta el estilo de Quevedo, pero con una actitud más
optimista. En la segunda mitad del siglo destaca la obra Historia del famoso predicador Fray Gerundio de
Campazas, alias Zotes, sátira humorística contra la oratoria artificiosa de la época, escrita por José Francisco
de Isla.
En el siglo XVIII se inicia la dinastía de los Borbones con Felipe V (1700-1746), continuando con los sucesivos monarcas Fernando VI (1746-1759), Carlos III (1759-1788) y Carlos IV (1788- 1808).
Mejora la política interior y comienza un proceso de secularización de la sociedad, favorecido por el nuevo espíritu laico y reformista.
Se afianza en Europa un movimiento cultural denominado Ilustración. Los principios fundamentales del pensamiento ilustrado son: defensa de la razón como fuente de conocimiento, espíritu reformista, crítico y tolerante, pensamiento laico, búsqueda de la felicidad y del bien común.
Surge una nueva forma de gobierno que recibe el nombre de Despotismo ilustrado, cuyo lema es “todo para el pueblo pero sin el pueblo”.
El estado asume reformas de sectores como la economía, la educación y la cultura.
Nacen instituciones como la Biblioteca Nacional (1712), la RAE (1713), la Real Academia de la Historia (1735), el Jardín Botánico (1774) o el Museo del Prado (1785).
Tendencias artísticas y literarias
La ILUSTRACIÓN es la corriente que engloba a todas las tendencias de esta época. Se caracteriza por su defensa de la igualdad, la independencia intelectual y la crítica libre. La prosa divulgativa y el ensayo son sus géneros preferidos.
Las distintas tendencias literarias y estilísticas que se dieron en este periodo fueron: POSTBARROQUISMO, NEOCLASICISMO y PRERROMANTICISMO.
POSTBARROQUISMO: Es un periodo de decadencia y de lucha contra los ideales artísticos barrocos. Las características formales del Barroco perviven reducidas a un arte extravagante, decadente y sin contenido. Ocupa la primera mitad de siglo.
NEOCLASICISMO: Llega a España por influencia francesa y coincide con el reinado de Carlos III (1759-1788). Los autores se someten a la autoridad de los preceptistas, que promueven un arte sujeto a las normas clásicas y a la razón. Su fuerte afán normativo les hará crear una literatura formalmente correcta pero carente de espontaneidad y emoción. Reglas de los preceptistas: universalidad, verosimilitud, unidad de estilo, separación de géneros y finalidad didáctico-moral.
La ILUSTRACIÓN es la corriente que engloba a todas las tendencias de esta época. Se caracteriza por su defensa de la igualdad, la independencia intelectual y la crítica libre. La prosa divulgativa y el ensayo son sus géneros preferidos.
Las distintas tendencias literarias y estilísticas que se dieron en este periodo fueron: POSTBARROQUISMO, NEOCLASICISMO y PRERROMANTICISMO.
POSTBARROQUISMO: Es un periodo de decadencia y de lucha contra los ideales artísticos barrocos. Las características formales del Barroco perviven reducidas a un arte extravagante, decadente y sin contenido. Ocupa la primera mitad de siglo.
NEOCLASICISMO: Llega a España por influencia francesa y coincide con el reinado de Carlos III (1759-1788). Los autores se someten a la autoridad de los preceptistas, que promueven un arte sujeto a las normas clásicas y a la razón. Su fuerte afán normativo les hará crear una literatura formalmente correcta pero carente de espontaneidad y emoción. Reglas de los preceptistas: universalidad, verosimilitud, unidad de estilo, separación de géneros y finalidad didáctico-moral.
La prosa en el siglo XVIII
PROSA DIDÁCTICA: En el siglo XVIII predomina la prosa didáctica sobre la narrativa, porque facilitaba la difusión de las ideas ilustradas. El espíritu enciclopedista de la época favoreció el empleo del género ensayístico. Destacan tres autores: Fray Benito Jerónimo Feijoo (1676- 1764), José Cadalso Vázquez (1741- 1782) y Gaspar Melchor de Jovellanos (1744- 1811).
FEIJOO: Su obra más destacada fue el Teatro crítico universal, formada por una larga serie de ensayos o disertaciones sobre diversas materias (Medicina, Biología, Historia, Literatura, Teología, etc.). Su intención era desterrar la ignorancia y la superstición y poner en conocimiento los nuevos adelantos culturales del resto de Europa. Intentó conciliar el espíritu de la Ilustración con los principios del catolicismo, aunque no pudo evitar ser acusado por los sectores más intolerantes. Su estilo destaca por su sencillez y naturalidad.
CADALSO: Destaca su obra Cartas Marruecas, obra de marcado carácter crítico, en la que reflexiona sobre la sociedad de su época. Utilizando el género didáctico, subgénero epistolar, nos presenta un amplio panorama de la vida cultural, social y económica del país. A pesar de observarse en su obra un escepticismo pesimista, éste se combina con una confianza en el hombre de bien y en el progreso.
JOVELLANOS.: Representó mejor que nadie el pensamiento ecléctico (síntesis de las diferentes corrientes ideológicas). Fue un crítico observador de la realidad de su tiempo, y buscó continuamente soluciones prácticas a los problemas de su tiempo. Dentro de esta línea se inscribe su obra ensayística: Informe sobre la ley agraria (intenta dar soluciones para el desarrollo de la agricultura en España), Plan general de instrucción pública (defiende la cultura y la formación como base para el progreso), Memoria en defensa de la Junta Central (demuestra sus ideas liberales e ilustradas). Su prosa, sobria y elegante, posee innumerables cualidades literarias.
PROSA DIDÁCTICA: En el siglo XVIII predomina la prosa didáctica sobre la narrativa, porque facilitaba la difusión de las ideas ilustradas. El espíritu enciclopedista de la época favoreció el empleo del género ensayístico. Destacan tres autores: Fray Benito Jerónimo Feijoo (1676- 1764), José Cadalso Vázquez (1741- 1782) y Gaspar Melchor de Jovellanos (1744- 1811).
FEIJOO: Su obra más destacada fue el Teatro crítico universal, formada por una larga serie de ensayos o disertaciones sobre diversas materias (Medicina, Biología, Historia, Literatura, Teología, etc.). Su intención era desterrar la ignorancia y la superstición y poner en conocimiento los nuevos adelantos culturales del resto de Europa. Intentó conciliar el espíritu de la Ilustración con los principios del catolicismo, aunque no pudo evitar ser acusado por los sectores más intolerantes. Su estilo destaca por su sencillez y naturalidad.
CADALSO: Destaca su obra Cartas Marruecas, obra de marcado carácter crítico, en la que reflexiona sobre la sociedad de su época. Utilizando el género didáctico, subgénero epistolar, nos presenta un amplio panorama de la vida cultural, social y económica del país. A pesar de observarse en su obra un escepticismo pesimista, éste se combina con una confianza en el hombre de bien y en el progreso.
JOVELLANOS.: Representó mejor que nadie el pensamiento ecléctico (síntesis de las diferentes corrientes ideológicas). Fue un crítico observador de la realidad de su tiempo, y buscó continuamente soluciones prácticas a los problemas de su tiempo. Dentro de esta línea se inscribe su obra ensayística: Informe sobre la ley agraria (intenta dar soluciones para el desarrollo de la agricultura en España), Plan general de instrucción pública (defiende la cultura y la formación como base para el progreso), Memoria en defensa de la Junta Central (demuestra sus ideas liberales e ilustradas). Su prosa, sobria y elegante, posee innumerables cualidades literarias.
El teatro en el siglo XVIII
En el siglo XVIII hubo una gran afición al teatro y se produjeron constantes enfrentamientos entre los defensores del teatro posbarroco y los partidarios de la renovación neoclásica.
EL TEATRO POSBARROCO: En la primera mitad del siglo triunfa un teatro heredero de los estereotipos barrocos: Encontramos Comedia barroca (repetición y calco de los modelos de Lope y Calderón), Comedia de magia (se buscaba el efectismo y lo sorprendente) y Comedia Heroica (dentro de la línea del gusto popular por lo exagerado y lo asombroso). Destaca la obra No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague o el convidado de piedra, de Antonio Zamora.
En el siglo XVIII hubo una gran afición al teatro y se produjeron constantes enfrentamientos entre los defensores del teatro posbarroco y los partidarios de la renovación neoclásica.
EL TEATRO POSBARROCO: En la primera mitad del siglo triunfa un teatro heredero de los estereotipos barrocos: Encontramos Comedia barroca (repetición y calco de los modelos de Lope y Calderón), Comedia de magia (se buscaba el efectismo y lo sorprendente) y Comedia Heroica (dentro de la línea del gusto popular por lo exagerado y lo asombroso). Destaca la obra No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague o el convidado de piedra, de Antonio Zamora.
EL TEATRO NEOCLÁSICO: En la segunda mitad del siglo XVIII los ilustrados mostraron una clara oposición al
teatro del Siglo de Oro por razones estéticas y políticas. Querían acabar con un teatro inverosímil y divulgador de
ideas sociales y morales arcaicas. El teatro adquiere un carácter didáctico. Los preceptistas ponen sus ojos en el
teatro francés, y abogan por una auténtica reforma formal y moral del teatro español. Entre las normas que
debían cumplir las obras destacan las siguientes: respetar la regla de las tres unidades (acción, espacio, tiempo);
ofrecer un argumento “ verosímil”; mantener el “decoro” en los personajes (hablar y actuar de acuerdo con su
posición social ); no mezclar los géneros. Los subgéneros teatrales cultivados fueron la tragedia y la comedia
neoclásica.
Tragedia neoclásica: Hay que diferenciar dos vertientes: la tragedia de temas clásicos grecolatinos y la llamada tragedia nacional o de tema histórico, cuyos principales exponentes fueron Nicolás Fernández de Moratín con su obra Guzmán el Bueno (1777) y Vicente García de la Huerta autor de La Raquel (1778), escrita en romances endecasílabos y de argumento histórico-legendario, trata de los amores de Alfonso VIII y la judía Raquel.
Comedia neoclásica: Destaca la figura de Leandro Fernández de Moratín. Fue el autor teatral de mayor éxito. Creó la comedia española moderna, en la que el público no espera las sorpresas de una intriga complicada, sino la evolución lógica y razonable de los acontecimientos. Entiende el género de la comedia como el más útil para representar las costumbres nacionales, los vicios y errores comunes y los incidentes de la vida doméstica. Hay en todas sus obras una clara finalidad didáctica. En sus comedias critica y satiriza los matrimonios de conveniencia (El sí de las niñas es su obra más importante donde aboga por la libertad de elección y la igualdad de los cónyuges), los excesos el teatro popular de efectos y magia los critica en La comedia nueva o el café y la mala educación de los jóvenes en La mojigata.
TEATRO TRADICIONAL: El subgénero teatral más cultivado por este tipo de teatro popular fue el sainete, pieza breve de carácter cómico sobre la vida y costumbres de la época. Su máximo representante fue Ramón de la Cruz, cuyas obras están dotadas de gran dinamismo y representan cualquier situación cotidiana del Madrid dieciochesco. Entre su producción destacan El Retiro por la mañana y Las castañeras picadas.
POESÍA FILOSÓFICA Y MORAL: Son composiciones que reflejan los ideales ilustrados. Los temas pasan a ser la
agricultura, la educación, el trabajo... Se escriben odas, epístolas y romances. Dentro de esta corriente poética
estarían autores como Meléndez Valdés, Jovellanos, y los autores de la escuela sevillana como Alberto Lista.
Tragedia neoclásica: Hay que diferenciar dos vertientes: la tragedia de temas clásicos grecolatinos y la llamada tragedia nacional o de tema histórico, cuyos principales exponentes fueron Nicolás Fernández de Moratín con su obra Guzmán el Bueno (1777) y Vicente García de la Huerta autor de La Raquel (1778), escrita en romances endecasílabos y de argumento histórico-legendario, trata de los amores de Alfonso VIII y la judía Raquel.
Comedia neoclásica: Destaca la figura de Leandro Fernández de Moratín. Fue el autor teatral de mayor éxito. Creó la comedia española moderna, en la que el público no espera las sorpresas de una intriga complicada, sino la evolución lógica y razonable de los acontecimientos. Entiende el género de la comedia como el más útil para representar las costumbres nacionales, los vicios y errores comunes y los incidentes de la vida doméstica. Hay en todas sus obras una clara finalidad didáctica. En sus comedias critica y satiriza los matrimonios de conveniencia (El sí de las niñas es su obra más importante donde aboga por la libertad de elección y la igualdad de los cónyuges), los excesos el teatro popular de efectos y magia los critica en La comedia nueva o el café y la mala educación de los jóvenes en La mojigata.
TEATRO TRADICIONAL: El subgénero teatral más cultivado por este tipo de teatro popular fue el sainete, pieza breve de carácter cómico sobre la vida y costumbres de la época. Su máximo representante fue Ramón de la Cruz, cuyas obras están dotadas de gran dinamismo y representan cualquier situación cotidiana del Madrid dieciochesco. Entre su producción destacan El Retiro por la mañana y Las castañeras picadas.
La poesía en el siglo XVIII
Etapas: La poesía hasta la segunda mitad de siglo fue una continuación de la estética barroca. De 1750 a 1770, la poesía recoge ya las nuevas tendencias basadas en un enfrentamiento y rechazo de la estética barroca y una vuelta a los clásicos, se retoman los temas pastoriles con un estilo tierno y sensual que se manifiesta en la poesía anacreóntica .Desde 1770 a 1790 aparecen los temas más gratos a los ilustrados: la amistad, la solidaridad, el progreso, el bien común...Triunfa el estilo neoclásico, y con él un modelo de poesía basado en el buen gusto , la armonía y el equilibrio. Será una poesía equilibrada que huirá de la inspiración y el exceso sentimental o emocional. Desde 1790 a 1820, se produce un aumento del tono sentimental y de la poesía patriótica y civil, y se utilizan recursos estilísticos que anuncian la estética romántica.
Los principales subgéneros poéticos que se cultivaron fueron: la fábula, la anacreóntica y la poesía filosófica y moral:
LA FÁBULA: Destacan dos autores: Félix Samaniego, gran conocedor de los clásicos del género, - Fedro, Esopo y La Fontaine-, intentó en sus composiciones ridiculizar los defectos humanos, siendo característico en él el humor, la ironía y el tono prosaico. Tomás de Iriarte cuyas fábulas recogen las preocupaciones estéticas de la época, convirtiéndose en verdaderas preceptivas del arte Neoclásico -la utilidad de las reglas, la necesidad de unir lo útil y lo estético, el estilo claro y sencillo, etc-.
LAS ANACREÓNTICAS: Composiciones de tema amoroso en ambientes bucólicos, en las que se exalta a la mujer y los placeres de la vida. Es una poesía alegre, colorista y sensorial, con un ritmo ligero y gracioso, un léxico afectivo lleno de diminutivos, un tono afable, una recreación de ambientes refinados y múltiples referencias mitológicas. Destacan los poetas Meléndez Valdés y Nicolás Fernández de Moratín.
Etapas: La poesía hasta la segunda mitad de siglo fue una continuación de la estética barroca. De 1750 a 1770, la poesía recoge ya las nuevas tendencias basadas en un enfrentamiento y rechazo de la estética barroca y una vuelta a los clásicos, se retoman los temas pastoriles con un estilo tierno y sensual que se manifiesta en la poesía anacreóntica .Desde 1770 a 1790 aparecen los temas más gratos a los ilustrados: la amistad, la solidaridad, el progreso, el bien común...Triunfa el estilo neoclásico, y con él un modelo de poesía basado en el buen gusto , la armonía y el equilibrio. Será una poesía equilibrada que huirá de la inspiración y el exceso sentimental o emocional. Desde 1790 a 1820, se produce un aumento del tono sentimental y de la poesía patriótica y civil, y se utilizan recursos estilísticos que anuncian la estética romántica.
Los principales subgéneros poéticos que se cultivaron fueron: la fábula, la anacreóntica y la poesía filosófica y moral:
LA FÁBULA: Destacan dos autores: Félix Samaniego, gran conocedor de los clásicos del género, - Fedro, Esopo y La Fontaine-, intentó en sus composiciones ridiculizar los defectos humanos, siendo característico en él el humor, la ironía y el tono prosaico. Tomás de Iriarte cuyas fábulas recogen las preocupaciones estéticas de la época, convirtiéndose en verdaderas preceptivas del arte Neoclásico -la utilidad de las reglas, la necesidad de unir lo útil y lo estético, el estilo claro y sencillo, etc-.
LAS ANACREÓNTICAS: Composiciones de tema amoroso en ambientes bucólicos, en las que se exalta a la mujer y los placeres de la vida. Es una poesía alegre, colorista y sensorial, con un ritmo ligero y gracioso, un léxico afectivo lleno de diminutivos, un tono afable, una recreación de ambientes refinados y múltiples referencias mitológicas. Destacan los poetas Meléndez Valdés y Nicolás Fernández de Moratín.
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